Me dijo imagínate que estoy ahí, frente a tí, y empiezo a caminar lentamente hacia la oscuridad. Sígueme. Vamos caminando despacio. Luego empezaré a correr. Sígueme. Corramos. Mis pies se despegarán del suelo y empezaré a volar. Vuela también. Adelántate. Volemos juntos. Tómate tu tiempo. Cuando lleguemos a nuestro destino, estarás dormida.
Pase toda la noche tratando de concentrarme, aunque mi mente me traicionaba segundo tras segundo, fractales technicolor, fantasmas de mi mente, se empeñaron millones de veces en desviarme de ese pequeño viaje.
Cuando por fin, tras una eternidad relativa, dejé atrás las nubes e iba volando, casi flotando, por un cielo azul marino cuajado de estrellas, a punto de llegar, juro que iba llegando, sonó el despertador.
Maldita sea.
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