1
Un montón de hojas secas, con esos colores ocres que tanto me gustan, se arremolinaban bajo el sube y baja. Llegaba a un jardin. Era tarde. Era otoño. Mire el sube y baja y desee subir, pero no había nadie más. ¿Cómo podría? No había forma de balancearse sin nadie más. El sube y baja estaba ahí, grande e inutil. Nadie venía a jugar. Y yo me eché a llorar, sentada bajo el sube y baja, revolviendo las hojas secas.
Fue entonces que la vi. La luna, enorme, en el cielo, parecía un fotomontaje. La silueta de un árbol, completamente desnudo, se recortaba en su vientre. Y de él pendía un columpio.
Un columpio. No necesitaba un compañero de juegos para un columpio... Podía impulsarme sola... Me levanté y fui hacia él. Use mis pies para impulsarme y poco. Dejé caer mi cabeza hacia atrás y sentí la brisa mientras comenzaba el vaivén. La luna me miraba, el árbol bostezó. Y una ráfaga de viento alborotó las hojas secas, levantando columnas danzarinas con los colores del atardecer, en el jardin, gris como las nubes tras las que la luna, por momentos, palidecía.
The last tear was dry, and I`d keep swinging. Back and forth.
2
Me parece que fabriqué un humanoide. Parecía realmente humano, aunque su rostro era inexpresivo. Lo bañé y lo cambié. Me pidieron que le cambiara la camisa. Criticaron la forma en que cuidaba de él. Cambié la camisa. Lucía realmente bien. Lo entregué.
3
Llevaba zapatillas de ballet y un delantal blanco. Su rostro de madera parecía esbozar una sonrisa. Era una marioneta. Suspendida por hilos atados a sus manos y pies, cuya cabeza caía, de lado. Dormía. Pero empezaba a despertar.
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