Alas rotas

Entre más lo pienso, más me duele. Pero no puedo dejar de pensarlo. Lloré en silencio y te vi disolverte en el vacío. Reaparecer y disolverte, como el reflejo de un rostro en el agua clara de una fuente, mientras uno juega con ella. Por qué tiene que ser tan doloroso. Y... ¿tenía que soñarlo para entenderlo?

¿Quieres ir conmigo? dijiste, sentado frente a mi. Mi cabeza daba vueltas. En el fondo lo sabía. En realidad, no importaba. En realidad, venías a mí solo por que los demás te habían fallado. Y yo estaba ahí. Y yo era fácil. Fácil y tonta, en realidad. ¿Es que todavía alguien usa la palabra enamorada?

Caíste así, como cae una abeja despues de picar. Fulminado. Pero seguiste viviendo. Todavía no me explico cómo. Y más allá de ti, las promesas son dudas, las palabras son falsas, todo es un signo de interrogación gigantesco. Pero tú ya no sé que eres, o eras. ¿Paréntesis, quizá? ¿O tal vez puntos suspensivos? Fuiste todo, y te volviste nada. O la ausencia de todo, que no es lo mismo que nada, porque algo queda. Si sólo la tenue memoria, el perfume de ti.

¿Qué fue lo que quisiste decirme en mis sueños? Adiós? Te extraño? No quiero volver a verte nunca? Lo que sea que fue, que yo no comprendo y mi corazón sí, me pesa en el pecho como una losa. Me oprime los sentidos. Me nubla la mente.

Quédate así. Me pregunto cuántas veces me voy a arrepentir. Mírame. No me mientas. No es necesario. No soporto pensar que ya no te conozco. Ojalá que sí. Me pregunto si volveré a amar. Si, ya se. ¿Pero igual? Que mas da. La luna brilla y estoy sola. Es ya costumbre, una costumbre a la que no termino de acostumbrarme.

Y yo se que a veces me escondo de mi misma para pensar en voz alta que te extraño. Que te esperamos, la luna y yo. Pero tal vez me quede para siempre en mi escondite.

Qué trágica, yo.