Si fumara, hoy habría sido un día de tres cajetillas.
Caída libre. Y tan cansada, que no haré nada para evitarlo. Una sensación de miedo, de ese miedo que paraliza, devora mis entrañas. Mi pecho es una antorcha de un fuego violento, abrasador, inagotable. No lo apaga la lluvia, no lo apaga el viento, no lo apagan cenizas, no lo apaga otro fuego, no lo apaga nada. Acabará por matarme.
Caigo en espiral, e inmersa en una completa oscuridad, llevo una estaca clavada en mi alma. Se que lloro, porque un líquido caliente besa mi piel, e incontables espejismos de tí se precipitan conmigo al abismo.
Ojos arenosos, vidrios rotos en el alma, sienes palpitantes, ensueño febril: Soñé que te amaba. Soñé que besaba el milagro de tus labios. Que mordía tu boca. Que adoraba tu piel. Soñe que dibujaba tu cuerpo con el cincel de mis manos. Y miraba tus ojos. Y miraba tu alma. Y cantaba, enmudecida, una canción de amor, canción de destino, que iba a perderse en el manantial de un anhelo milenario.
Y no más arrinconarse y cavilar,
sobre el amargo misterio del amor.
@JJ
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