Mi vida ha sido una pesadilla últimamente. Y no estoy hablando de forma metafórica, sino literal, al menos desde el momento en que cierro los ojos. El único paréntesis has sido tú. Quiero decir, el único sueño que no ha sido pesadilla. Bizarro, sí, pero a eso ya estoy acostumbrada. Pasan mil cosas, en el sueño, pero al final sostengo un espejo en mi mano, y cuando me veo en él, veo sorprendida como la imagen que refleja no soy yo, sino TÚ. Yo, quiero decir, tú, rubio, quiero decir, rubia, peinada con dos colitas, como de niña, como me peinaban cuando estaba en la primaria... Pero no eras niño, eras mayor. Eras como eres ahora. Y llevabas los labios pintados de carmín rojo. Ese carmín con el que yo me siento como un travesti, o una prostituta. Y que no me pienso poner hasta el día en que planee una noche de sexo desenfrenado. Tenías una sonrisa un poco cínica, y los ojos tristes. Cuando te vi me desperté.
Mamá dice que esta época la pone triste porque todo está florecido. Los árboles de la plaza se disfrazan de pequeñas flores violeta que cuando mamá las ve se transforman en pequeñas agujas que cosen la pena que le provoca el amor que nació una primavera y ahora se ha convertido en una cloaca. Entonces para mi mamá las primaveras son tristes, y las flores en lugar de alegrarle el alma, le ensombrecen el corazón.
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