September 13, 2006
Ok. Por poco me vuelvo loca (más) pero no. Aquí estoy de vuelta. Herida y contusa pero de vuelta. Sigo disfrutando de mi regreso a las queridas bibliotecas públicas y leyendo libros que nadie más lee. Who cares. La niña que atiende cree que son para mis hijos o sobrinos porque hasta ahora han sido cuentos para niños. Es más. Me ofrece alargar el plazo a dos semanas cuando le parecen un poco largos (gulp, pero sí los leo en un par de horas) y entonces dice ahhh son para ti? Yo digo sí y pienso y qué? Me gustan los cuentos para niños y en particular estos últimos dos me encantaron. Curiosamente ambos fueron escritos originalmente en alemán. Tienen el copyright en Suiza y Dusseldorf alrededor de 1980, se imprimieron en Valladolid, y no se cómo terminaron en esta bibliteca abandonada enseguida del edificio de correos. Pero así son las cosas. Uno se llama "Así vivimos en nueva York" y el otro "Veintinueve historias disparatadas". Ni hablar. Todo me aburre. Pero los cuentos para niños me gustan. Aún con los lugares comunes. No tengo ningún problema con contestar feliz navidad a los buenos días o decir buen viaje cuando alguien estornuda o sentarme en la mesa y poner el plato en la silla y menos con tener alas y camuflajearme en una cometa. No, para nada. Los hippies me caen bien y me encantan las fogatas y estoy de acuerdo con que si los maestros están en huelga los padres deberían tomar la escuela y dar las clases ellos mismos. Oh sí. A nadie debería importarle si antes de dormir me gusta comerme un limón con sal y chiltepín. No pasa nada. Excepto la gastritis. :)
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